lunes, 29 de diciembre de 2014

En un papelito

Era una milonga de tarde en las que daban picoteo, así que la gente entre aceituna y aceituna, charlaba, se iba conociendo. Me encantan estas milongas, no solo por la comida, sino por el horario ese en el que me encuentro más descansada y relajada, en el que todo el mundo está de un talante tan diferente al de la noche.

Tras el picoteo me quedé sentada en una de las sillas que bordeaban la pista, hablando con una amiga con la que me había encontrado y a la que hacía ya tiempo que no veía. La música invitaba a bailar y el ambiente también así que al finalizar una tanda y comenzar la otra, hice una pausa a la conversación y miré a los milongueros con los que me apetecía bailar la tanda que comenzaba. Pero miré demasiado tarde. La mayoría de ellos ya empezaban a dirigirse a la pista supongo que tras invitar por cabeceo. Como la tanda no era de mis favoritas, tampoco le di importancia y continué mi charla.

Fue entonces cuando se acercó un chico al que conozco y con el que bailo de vez en cuando y me dio un papelito. Mi cara de sorpresa seguro que no tuvo precio. Fue como volver a esos tiempos del cole en el que el chico de la fila de atrás te escribe en un papelito para quedar o decirte que estás muy guapa, o tu amiga para contarte algún cotilleo. ¿¿¿Pero en la milonga???

Así que toda curisosa abrí el papelito como si se tratara de un caramelo y leí: "cabeceo, por favor". Me dio un ataque de risa. Fue un buen toque de atención a que no miro lo suficiente o a que hablo demasiado. Obviamente él había estado buscándome con la mirada pero yo estaba en las nubes, eso seguro. Como él sabe que me gusta bailar con él, tuvo la ocurrencia de invitarme y retarme al mismo tiempo. Muy ingenioso y divertido, por cierto.

martes, 23 de diciembre de 2014

La mejor opción

Era invierno y yo regresaba a mi ciudad después de pasar un fin de semana con una amiga. Una milonga local estaba a punto de finalizar y aunque estaba cansada del viaje y algo enferma, quise pasar a saludar a unos amigos antes de irme a casa. Obviamente llegué muy tarde, justo para las últimas tandas, pero allí me encontré a un pequeño grupito que remataba la milonga y a un milonguero de otra ciudad que ya conocía y que estaba de visita acompañando a un amigo. Muy buen bailarín, tan solo había bailado con él una vez antes aquel día en el que iba especialmente guapa con vestido nuevo, que descubría un escote al que él puso especial atención durante aquella noche.

En esta milonga él estaba sentado, aburrido, y se iluminaron los ojos cuando me vio. Las milongueras que había aquel día aún en la pista eran muy principiantes y además estaban casi todas bailando con sus parejas, así que obviamente yo era su mejor opción. Me invitó a bailar y tras terminar la tanda siguió bailando conmigo. He de reconocer que estaba encantada y como sabía que ya terminaba la milonga, bailé las dos últimas tandas que quedaban con él.

El tiempo pasó y meses después volvimos a coincidir en un evento. Allí estaba él con sus amigas milongueras de siempre, con las que se ve a diario y con las que repartió casi todas sus tandas a lo largo del fin de semana. De mi, ni se acordó. Pero lo entiendo: al fin y al cabo ellas son amigas y mejores bailarinas. Además, soy defensora de la idea de que cada uno baila con quien quiere.

De nuevo coincidimos en unos dos o tres eventos más, y sucedió exactamente lo mismo. Deduje que no le gustaba bailar conmigo y que por eso no me invitaba. Era como si hubiera dejado de existir para él. Pero entonces la realidad cayó sobre mi como un cubo de agua fría: me había utilizado. Eso sí es algo que no entiendo ni tampoco acepto bajo ningún concepto. Me di cuenta de él solo había bailado conmigo cuando no tenía nadie más con quien bailar, pero luego dejé de ser su mejor opción y sencillamente dejé de interesarle. Opino que si a un chico no le gusta bailar conmigo, no pasa nada, pero no debería invitarme: me parece mezquino que lo haga solo cuando no tiene con quien bailar.

De todas formas, si lo ha hecho una vez, seguro que lo hará de nuevo. Esperaré ese día porque estoy segura de que tarde o temprano llegará: cuando yo sea de nuevo su única y mejor opción. Entonces yo respiraré profundo y tomaré el tiempo necesario para explicarle la razón por la cual le rechazo. Quizás no lo entienda o no quiera entenderlo porque para eso se necesita una madurez y empatía que creo que él no tiene, pero también existe la posibilidad de que me equivoque, de que él se de cuanta de lo poco acertado que ha sido su comportamiento e incluso se disculpe. Entonces y solo entonces, volveré de nuevo a bailar con él.

jueves, 18 de diciembre de 2014

Crisis milonguera... segunda parte

Es curioso que esta y la anterior seas de las pocas entradas que escribo que corresponden realmente con el momento en el que los pensamientos revolotean en mí. Necesito escribir sobre ello y hablar sobre ello, y por eso precisamente hablé de ello con varias personas este fin de semana. Las respuestas que obtuve fueron diversas. Todas a quienes les hablé del tema son milongueras más experimentadas que yo en el baile, y fue a propósito, puesto que son ellas quienes seguramente hayan pasado por algo así en algún momento de su vida milonguera.

La primera milonguera con la que hablé me dijo que sentirse así es normal, que son etapas. Me sugirió que siga tomando clases y mejorando para poder acceder a mejores bailarines. Parece razonable, pero no me termina de convencer. Me doy cuenta que cuanto más mejoro, más se crece la diferencia de nivel con los milongueros locales y disfruto menos bailando con ellos. Por eso mismo, si voy mejorando pero ellos no lo hacen, entonces esta solución no parece la más adecuada, sino más bien la contraria: dejar yo de tomar clases.

La segunda persona me dijo que no debería quejarme porque a mi lado hay otras bailarinas más experimentadas que sufren más que yo por lo mismo. Ahora va a ser que si a ti te pegan una torta y a la del al lado le han pegado dos, no puedes quejarte.¿Perdón? Absurdo. Me sorprendió escuchar esto precisamente de ella, una chica que se queja constantemente de esto y va de morros a casi todas las milongas locales.

La tercera persona me dijo que le pasaba igual, y juntas nos quejamos un rato, reímos, nos desahogamos y luego incluso bailamos alguna tanda que otra cada una.

Con la cuarta persona la conversación se alargó un buen rato y rondó otros temas. En un momento dado yo le comenté que normalmente no me apetece aceptar invitaciones de gente con la que se que no voy a disfrutar bailando, y que además, no me parece justo hacerlo, pero que a veces, es eso, o no bailar. Sinceramente, duele pagar alrededor de 10 euros para entrar en una milonga y no bailar. Ella opinaba que a pesar de que el hecho de rechazar esas invitaciones pueda implicar no bailar, es lo que deberían hacer todas las milongueras. Según ella, de esa forma no incitamos a los milongueros que no ponen empeño en mejorar y no asistir a clases, a que sigan en la misma línea, ya que así se acostumbran a bailar con buenas bailarinas siendo ellos mediocres. Me quedé sorprendida una vez más por su respuesta, pero luego comprendí todo al darme cuenta de que ella se gana la vida impartiendo clases. Además, en realidad creo que si hacemos eso de no aceptar ninguna invitación de estos chicos, ellos, desmotivados, dejan de bailar... y ya faltan chicos como para desanimar a los pocos que hay.

La quinta persona me dijo lo mismo que la primera y que para ella la milonga era mucho más que bailar: el lugar donde se junta con amigos. Yo le confesé que últimamente es lo que más me motiva a la hora de ir a las milongas locales. Luego vino una amiga y me puse a bailar con ella. Y esa fue una solución no dicha con palabras: aprender el otro rol y bailar con mis amigas. Me da pereza y no me gusta la idea, pero quizás sea la solución.

Con esa idea en mente y ya habiendo aburrido a bastante gente con el tema, decidí dejarlo correr, dormir unas horas y comprobar si es cierto eso que dicen que con unas cuantas horas de buen dormir se despejan hasta los pensamientos más oscuros. Y yo digo que el estómago lleno también ayuda. Por eso mismo, aunque sigo sin ganas de ir a bailar, al menos estoy resignándome con una sonrisa mientras me lleno la boca de turrones y polvorones.

sábado, 13 de diciembre de 2014

S.O.S: crisis milonguera

Siempre voy a bailar el fin de semana, si es que puedo, porque me encanta, me da vida. Sin embargo, hace poco sentí por primera vez pereza de ir a una milonga local. Cuando lo mencioné a una amiga, ella me preguntó: "¿estás enferma?". La respuesta es NO: ni lesionada, ni enferma, ni tenía un evento familiar, ni había quedado con amigos a comer, cenar o ir al monte. No me apetecía, sin más.

Parece que estoy en una de esas crisis, pero no es ni la de los 30, ni de los 40, ni de los 50, ni ninguna del estilo.

Me acuerdo de que antes me hacía mucha más ilusión ir a las milongas locales, disfrutaba bailando con casi todo el mundo, salvo con los brutos o arrítmicos de turno, y el juntarme con los amigos y conocidos era un plus. Hoy en día es al revés: disfruto cada vez con menos bailando con la gente y lo que me motiva a ir a la milonga es juntarme con amigos. Definitivamente no me ilusiona bailar como antes. Ahora, cuando llego a una milonga y antes de calzarme las sandalias, escaneo la pista y entonces, como por arte de magia, las ganas por bailar y la ilusión se evaporan: no me entran prisas por ponerme los zapatos. El consuelo que me queda es la música y que siempre anda por ahí alguno de mis milongueros favoritos para salvar la noche de bailoteo. Pero esto me ocurre solo en las milongas de casa: mi ilusión por bailar renace cada vez que la milonga está ubicada en latitudes muy distintas a la mía, quizás porque ahí encuentro más gente con la que disfruto bailando y experimento nuevos abrazos.

Y me pregunto: ¿me estoy volviendo muy especial, rara? No me gusta nada esta sensación, y me hace cuestionarme otros asuntos: ¿realmente merece la pena tomar clases y mejorar?¿para qué?¿para que yo mejore mi baile y disminuya el número de bailarines con los que disfruto bailando? Porque hay algo que está claro: sucede. A medida que mejoras tu baile, aunque te diviertas bailando con gente a la que aprecias y con la que tienes afinidad, disfrutar realmente (esa sensación que te deja sin palabras) lo haces cada vez con menos gente.

Que alguien me diga qué me está pasando porque creo que definitivamente, si esto no es una crisis milonguera, yo no soy milonguera.

lunes, 8 de diciembre de 2014

Dos años Entre Milongas

El 4 de diciembre de 2012 empecé a publicar y a programar publicaciones en el blog de todas aquellas entradas que ya había escrito durante mis inicios en el tango. Durante estos dos años he ido preparando y publicando muchas, pero quedan tantas entradas e ideas en el tintero, que iré publicando poco a poco, aunque ya no correspondan con mi forma de pensar actual.

Soy consciente de que cada entrada, aunque no haya sido publicada todavía, es como una "fotografía" de mi forma de pensar en algún momento dado, y aunque quede desfasada para mi, puede que sea actual y válida para otros. La vida es así, un constante cambio y aprendizaje y me doy cuenta más aún cuando leo mis primeras entradas al blog y soy consciente de lo que ha evolucionado mi forma de pensar y mis experiencias entre milongas. Definitivamente, he aprendido mucho.

El año pasado dejaba una promesa en el aire: aquella en la que escribiría sobre milongas, encuentros, maratones y demás eventos a los que asisto. Creo que es hora de comenzar, de mojarme un poco y compartir mis experiencias. Mi único miedo es que influyan en otros a la hora de asistir o no a un evento. Soy partidaria de que cada uno debe experimentar por sí mismo ya que todos no sentimos por igual las mismas experiencias, por los montones de factores que intervienen, entre ellos la madurez y nuestro estado emocional en cada momento, y a veces, la suerte.

Una vez más quiero aprovechar para daros las gracias a todos mis seguidores, ya que sois el motor que me impulsa para seguir escribiendo y que hace que crezca día a día la ilusión por escribir. Me emociona pensar que estáis tan lejos y la vez tan cerca. Este año la mayoría de mis lectores estáis muy definidos en cuanto a vuestra procedencia: España, Estados Unidos, Argentina, Francia, Rusia, Alemania, México, Chile, Reino Unido, Ucrania, Portugal, Colombia, y Polonia principalmente. Habéis crecido en número, pero disminuido en cuanto a los países desde los que me leéis... creo que empiezo a tener mis incondicionales y por eso también os agradezco.

Un gran abrazo milonguero, de corazón, desde un rinconcito de la península ibérica.

jueves, 4 de diciembre de 2014

Una maleta para cuarenta días

Un encuentro milonguero hecho con cariño, en un hotel que conserva sus originales suelos de madera y su inconfundible olor a viejo; que se sitúa en un valle precioso donde se respira aire puro de mar y montaña; donde sobran los detalles y el esfuerzo de los organizadores por hacer que todo el mundo se sienta como en casa. Definitivamente no lo cambio por ningún otro. Son unos días en los cuales se respira tango por cada esquina, donde las horas vuelan, abundan los cálidos abrazos, la buenísima onda, y las sonrisas de la gente, que ya llega feliz muy consciente de a donde viene.

A ese encuentro soy adicta, lo reconozco, como al tango, que es como un veneno que recorre las venas y que me hace permanecer por horas y por días en un estado de total euforia. Sinceramente no entiendo cómo la gente se droga cuando puede bailar tango. Suena a locura, pero solo quien es milonguero sabe de qué hablo.

Mañana comienza el Baztango. Tengo tantas ganas de que llegue que ya estoy preparando una maleta, eso sí, para unos cuarenta días, aunque el evento dure solo cuatro. Y todas nos autoconvencemos: "es por si acaso". Supongo que las ganas y las ilusiones también ocupan mucho. Pero es lo que tiene ser milonguera: todas metemos dos o tres pares de zapatos que no usaremos y unos seis o siete trapitos que solo contemplaremos colgados en su percha o en su caso puestos delante de un espejo y descartados rápidamente al darnos cuenta de que ese día justamente otro trapito nos sienta mucho mejor. No tenemos remedio, pero la felicidad de meter todos nuestros trapitos favoritos en la maleta no tiene precio. Tampoco la cara de la vecina cuando como en otras ocasiones me la encuentro en el ascensor y me pregunta si me mudo de casa. En fin, cosas de milongueras.

Este año será el X aniversario. Promete y más aún porque iré con amigos a los que adoro. Pero también por muchísimo más: este año Pagola y Bakartxo vuelven a invitar a Ariadna y a Fernando y nos dejarán morirnos de gusto con Djs de primer nivel como Mariano Quiroz y Analía "La Rubia". No se puede pedir más. Y mientras espero, los días parecen tener cuatrocientas horas: ¡qué desquiciante!