martes, 22 de septiembre de 2015

Volviéndote poco social

Último día de un fin de semana precioso en un maratón de tango. Era domingo a mediodía, o lo que es lo mismo, la mañana para los milongueros. De forma relajada, los "madrugadores", menda incluida, tomábamos un brunch mientras charlábamos. Allí había una chica con la cual compartía una amiga en común, así que nos reconocimos y la conversación se dio de forma natural. A la media hora ya estábamos confesándonos, hablando de milongas, de cómo nos sentíamos, lo que nos gustaba y lo que no: entrando en ese ciclón de experiencias y sentimientos que la otra cuenta, luego tú te sientes identificada, asientes, y sigue así una tras otra, primero ella, luego tú, y así hasta que los minutos pasan y pasan sin enterarse. Entendimiento y pequeñas confesiones milongueras.

Es así como en un momento dado ella me contó que con el tiempo se había vuelto algo menos sociable en las milongas y los eventos de tango, y que incluso a veces, evitaba a cierta gente con la que no quería bailar, por muy bien que le cayeran a nivel personal. Me quedé sorprendida, pero no por el contenido de lo que decía, sino porque me sentí, una vez más, identificada con ella.

La razón que me dio esta madrileña no me sorprendió para nada: según ella, si charlas con algunos hombres, amigos, conocidos o no (pero más aún si son conocidos), eso genera una invitación por parte de ellos en algún momento de la noche, y además, con la excusa de que "hay confianza" porque ya habéis hablado. Supongo que entienden que si hay buena onda fuera de la pista eso significa que estarás encantada de bailar con él. Pues no: muchas veces no es así y con esa invitación directa te compromete. Y claro, si es amigo o de tu entorno de tango, si rechazas su invitación, casi siempre declaras una guerra, lo quieras o no. Y no hay duda de que así es porque por mucho que digan que no les molesta que les rechacen, la verdad es que sí que les molesta.

Al final, para evitar esos malos momentos de tener que rechazar una invitación o bancarte una tanda que no vas a disfrutar, algunas milongueras optamos por ser poco sociales con todas aquellas personas con las que no nos gusta bailar, por miedo a encontrarnos ante la tesitura de aceptar o no la invitación. Es una pena y al mismo tiempo una cobardía, de la que yo soy culpable a veces, pero cuando no lo soy, corro el riesgo de tener a alguno persiguiéndome toda la noche por la milonga para invitarme a bailar, sin querer enterarse de que no estoy interesada, y eso sí que es incómodo. O peor aún, como tampoco he ido a la milonga para que otros se lo pasen bien y yo no, rechazo invitaciones y claro, todos sabemos lo que pasa después. Injusto, pero es así.

No hay comentarios:

Publicar un comentario