martes, 8 de septiembre de 2015

Nunca es igual

Era un festival internacional y repetía. Durante el primer año, el anterior, había conocido a cuatro chicos con los que había bailado, y la verdad es que tenía ganas de volvérmelos a encontrar, disfrutar de nuevo de la experiencia de bailar con ellos, aunque era consciente de que ya no sería igual que el año anterior.

Son tantos los factores que afectan cuando dos milongueros se vuelven a unir en un abrazo, que nunca hay dos momentos o dos abrazos iguales en el tiempo, aunque estos se den con la misma persona. Todos evolucionamos de forma diferente en cuanto a técnica, conocimiento musical, y no solo eso, sino que también influyen otros factores como el nivel de energía, el estado emocional y la salud en cada momento y de cada persona. Volver a bailar con estos cuatro chicos tan solo constató esa firme creencia mía.

El primero de todos me había parecido en su momento el mejor bailarín de todos porque era al que más le entendía las marcas. Yo era muy principiante y él prácticamente me empujaba a los movimientos, con lo cual no había duda alguna de hacia dónde tenía que moverme. Desde la primera vez que había bailado con él un año antes, hasta entonces, yo había tomado clases y parecía que él había tomado menos; también había bailado con otro tipo de bailarines más suaves y que marcaban mejor, con lo cual había cambiado totalmente mi percepción de lo que era un buen bailarín para mí. Así que esa segunda vez que bailé con él no me gustó en absoluto: me pareció brusco, arítmico y con un abrazo horrible.

El Segundo había sido mi pesadilla durante el primer años porque aunque él era un estupendo bailarín, yo no había sido capaz de estar a su altura y de seguirle, me había puesto muy nerviosa y no había disfrutado nada: y lo peor es que seguramente él tampoco. Ese segundo año, en el que yo me encontraba más segura en el baile, me sorprendí recibiendo de nuevo su invitación. Esa vez fui capaz de seguirle y de disfrutar, pero no conseguí relajarme del todo. Por entonces no sabía que un buen bailarín no es solo quien baila bien, sino quien además sabe adaptarse a su pareja y hacer que ésta bailé cómoda, disfrute, y además, saque lo mejor de sí misma.

Mi tercer milonguero había sido una gran novedad para mi durante el primer año, pero no por su baile, sino porque su nivel de energía era el más parecido al mío. Ese segundo año fue él quien más me hizo disfrutar de una tanda, quizás porque nuestros niveles de baile en cuanto a técnica eran muy similares, también nuestro nivel en cuanto a técnica era similar, y supongo que además vivíamos la experiencia con igual intensidad. Resaltaría sobre él que era uno de esos chicos que da más importancia a la música que a hacer un millón de figuritas intentando "entretener" a su pareja pensando que de lo contrario, ella se aburrirá: error muy común en principiantes.

Mi cuarta experiencia fue quien más me sorprendió el segundo año, pero no por su baile, sino porque solo me invitó cuando el ultimo tango de la tanda estaba por comenzar. Y luego no quiso continuar. Él y yo teníamos niveles parecidos el primer año, pero se notaba que él había progresado muchísimo con respecto a mi durante el transcurso de ese año y ya no se divertía bailando conmigo. Es lógico, así que aquello fue algo así como una decepción y a la vez un reto para mí: mejorar lo suficiente para que en futuras ocasiones él me viera como una milonguera con la que sí puede divertirse bailando y así conseguir de nuevo una invitación suya.

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