martes, 15 de agosto de 2017

Una curiosa reflexión

Era una tarde de otoño y había quedado con una amiga milonguera a tomar un café para ponernos al día. Ella hacía tiempo que no aparecía por la milonga. Pocos años antes había decidido formar familia y sus prioridades habían sido otras. Durante ese café me confesó lo duro que había sido ser madre, no solo por la maternidad en sí misma y la responsabilidad que ello conlleva, sino por no tener ni un minuto para ella, tener poco para su pareja, y menos aún para aquello que adora y le da tanta vida: bailar.

En ese momento sonreía, pero muchas veces son las que ella había llorado por ello. Al vivir ella en una ciudad en la que apenas hay milongas, se conformaba con bailar salsa, otra de sus aficiones. Me extrañó y le pregunté si con ello ella estaba feliz, y lo me dijo a continuación me sorprendió muchísimo: "no es lo mismo... bailar salsa es divertido, como el sexo; bailar tango es sentimiento, es como hacer el amor".

No me cabía duda de que echaba de menos bailar tango, pero fueron sus palabras lo que me dejaron pensando. Bonita reflexión. Jamás lo había pensado así.

Para empezar, casi toda mi vida, en mi mente había relacionado el amor y el sexo, o más bien eran una sola cosa, quizás por la educación recibida. Pero afortunadamente la vida te enseña más que la familia y las instituciones educativas. Sin aprender a separar los dos términos, no se entienden sus palabras.

Además, me resultó curiosa la comparación, puesto que efectivamente bailar cualquier baile es un subidón de energía, pero el tango es mucho más que eso: el abrazo lo convierte en un bálsamo para el alma.


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